jueves, 21 de marzo de 2013

Monas de Berbería en el Medio Atlas. Desde Merzouga hasta Fez.


Comenzamos aquí, en Merzouga, una nueva ruta, que en dos días nos llevaría hasta alcanzar la segunda de las ciudades imperiales de Marruecos que visitaríamos, Fez.
Desandamos el camino recorrido hasta Rissani y de allí a Erfoud, donde nos desviamos del camino conocido, y continuamos hasta la localidad de Er-Rachidia. Allí entramos en busca de algún supermercado para aprovisionarnos.
Al final, lo tuvimos que hacer en una gasolinera, pues a pesar de las enormes avenidas de esa ciudad de aspecto algo más que aburrido, no encontramos nada acorde con lo que necesitábamos, excepto pan marroquí, así que el almuerzo de ese día tocó en una de las paradas que hicimos en alguno de los miradores en los que parábamos frecuentemente, y tuvo que ser a base de bocadillos del chóped también marroquí, que aún nos quedaba de la primera compra que hicimos justo al salir de la ciudad Marrakech.
Desde Er-Rachidia proseguimos nuestra tranquila, casi aburrida ruta, a través del Valle del Ziz, parándonos de cuando en cuando, para contemplar los áridos, aunque no carentes de belleza, paisajes que ofrece este camino.
A pesar del cegador sol que nos castigó durante toda la jornada, a cierta altitud, comenzamos a ver nieve a los lados de la carretera. Era evidente que estábamos alcanzando la zona montañosa denominada como Medio Atlas.
Como curiosidad, nombrar, que también aquí, parases donde parases, surgían de la nada, niños, a pie o en bicicleta, con ánimo de curiosear y de ver que les “podría caer”.


A última hora de la tarde, llegando a la entrada de la ciudad de Midelt, donde no nos quedaría otra que pernoctar, contemplamos a nuestra izquierda, la imponente silueta nevada de la cordillera.
Midelt, nos resultó una ciudad bastante modesta. Una calle principal con unas pocas secundarias paralelas a ésta, donde hay algún café-restaurante y poco más, por lo que no nos fue difícil encontrar un alojamiento donde pasar la noche.
Lo hicimos en el Safari Atlas, por unos 300 DH, un sencillo hotel, con una cafetería en sus bajos, donde tendríamos el desayuno incluido a la mañana siguiente.

Cuando nos estábamos preparando para salir a dar la “vuelta de reconocimiento”, habitual en nosotros cuando llegamos a una nueva ciudad, apareció un “majaderillo” por el hotel (¡qué casualidad!) que hablaba español.
Por supuestísimo que alguien le avisó de nuestra presencia. Nos dio un poco “la paliza”, acompañándonos por la pequeña ciudad, aunque hay que reconocer que de una manera bastante simpática. Paseamos un ratito por el pequeño y humilde zoco del centro, denominado por el chico como “su Corte Inglés”, hasta que, “casualmente”, dimos con la entrada de su casa, que como no, era una fábrica artesanal de alfombras.

Por educación y cortesía, entramos y dejamos que nos diera un poco “la paliza” con el tema, pero le pusimos claro de antemano, que ni teníamos dinero suficiente, ni ganas de comprar.

Él y sus familiares lo intentaron de muchas formas, pero no compramos nada. Lo malo del asunto, es que como de costumbre, estas situaciones te retrasan demasiado, y para cuando conseguimos despedirnos del resignado muchacho, ya había oscurecido por completo, por lo que no pudimos ver más de la ciudad, quedándonos tan sólo por hacer esa noche,  que recorrer tranquilamente el camino de vuelta hasta el hotel.


Era viernes por la noche, y se notaba cierto “ambientillo” callejero, hasta tal punto que la cafetería que teníamos debajo, aguantó hasta bastante tarde con musiquilla y “barullo”.
Aunque pensamos que no nos dejarían dormir, estábamos tan cansados que prácticamente ni nos enteramos.
Al día siguiente, después del tan temprano desayuno que encontramos al recepcionista del hotel durmiendo en un sofá, continuamos nuestro camino, previa parada para comprar pan y algunas cositas en las tienditas de la ciudad, con dirección a Azrou.

Al poco de abandonar la ciudad, nos reencontramos con los paisajes rurales, pero ya con el verde de las praderas dominando sobre el tono ocre por la aridez que habíamos visto hasta ahora. A los lados de la carretera, sobre algo de nieve y una incipiente lluvia lateral con viento, comenzamos a vislumbrar enormes rebaños de ovejas que pastaban plácidamente.
La carretera que nos aproximaba a Azrou, cruzaba unos bosques de Cedros, en los que habíamos leído que viven monas de Berbería, así que cuando llegábamos a ellos, condujimos despacio, prestando atención, a ver si teníamos suerte y divisábamos alguna.

Pensábamos que no las veríamos, pero un grupo enorme de estas monas, permanecía sentado justo al borde de la carretera, aguardando impaciente a que apareciese algún turista que les trajera algo de comer. Sorprendidos como estábamos de verlos tan cerca, paramos nuestro coche y buscamos el pan que habíamos comprado en Midelt para ofrecérselo.
Pasamos un rato mágico con estos animalitos, aceptaban de buena gana los trocitos de pan que les ofrecíamos, te lo cogían incluso de la mano, con total docilidad, sin gesto agresivo alguno, y eso que con estos animalitos, ya se sabe que hay que andarse con cuidado.
Tan a gusto estuvimos disfrutando de las monas, que sin darnos cuenta nos vimos rodeados por muchos “turistas domingueros” locales, de los que tampoco parecían sentir miedo alguno, y sin ningún pudor, cambiaron nuestro pan, por sus más apetitosas galletas.

Ya que estábamos allí, decidimos desviarnos un poquito, y seguir una pista forestal que indicaba el camino hasta el Cèdre Gouraud, un enorme cedro de más de 800 años, que según los libros, recientemente sucumbió a una sequía, y nuestra sorpresa mayor fue, que esta pista, estaba repleta con más monas de Berbería. ¿Pensábamos que no las veríamos? …¡Pues toma, doble ración de lentejas!

En plena carretera de tierra, sin pudor alguno, ingentes grupos de estas monas, hacían parar con sus carreras y juegos, a los transeúntes, casi que lo hacían adrede para mendigarles comida.
Nosotros también nos detuvimos a “pagar” nuestro peaje en forma de ración de pan y vivimos entre monos, uno de esos “momentos mágicos” por los que uno se siente recompensado y piensa que ha valido la pena viajar hasta aquí.
Llegamos hasta el famoso árbol, donde hay una zona de “merenderos”, y muchos “gorrones” de los que piden dinero por aparcar, así que nos dimos la vuelta y paramos en una zona próxima a los monos, pero lo suficiente lejos de ellos como para hacernos unos bocadillos con el pan que nos sobró después de haber invitado a los animales. Ese día toco exquisitos bocatas de unos “jabuguitos” que nos habíamos comprado en el aeropuerto de Barajas…¡Qué buenos estaban!
 
 
Al acabar nuestro almuerzo “campero” comenzó a llover, por lo que nos apresuramos a salir a la carretera. El resto del trayecto lo pasamos a bordo del coche en ruta, pues la lluvia no solo no cesó, sino que empeoró. Pasamos por Iframe, conocida como la “Suiza marroquí”.
Ni tanto, ni tampoco, pero la verdad es que notamos cierta diferencia de “glamour”, con el resto de ciudades por las que pasamos en nuestra pequeña “ruta por Marruecos”.
Pasamos de largo Iframe, continuando bajo la persistente lluvia, la carretera que seguía en dirección a Fez. A lo largo del camino, a los laterales de la calzada, nos encontramos con numerosos puestitos del famoso “aceite de Argán”, y ya más en las cercanías de la ciudad, muchos fangosos mercadillos, por culpa de la lluvia, de frutas y verduras, que hervían de actividad.
A última hora del día, pero aún con luz, bajo una fina lluvia, arribamos a las murallas de la ciudad Imperial de Fez.   
Nuestro resumen de 77 fotografías en el Medio Atlas.


No hay comentarios:

Publicar un comentario