jueves, 18 de abril de 2013

Meknes (Mekines). La ciudad imperial, algo menos conocida.


Llegamos puntuales al hotel, después de aguantar “la tabarra” a los aparcacoches del lugar, y es que aunque la parte nueva de esta ciudad constara de pocas calles, los “gorritas aparcacoches” en todo Marruecos son una exageración.


En todas las calles hay varios, que se han distribuido de algún modo entre ellos mismos, desde donde comienza a operar uno, hasta donde comienza el siguiente.
Son una majadería supina en cualquier parte del país.
En la puerta del Hotel Majestic, se encontraba nuestro amigo Majifft, el dueño, charlando con un joven treintañero, excelentemente ataviado con un traje gris, una bufanda sobre los hombros y unas gafas redondas que le daban un aire de intelectual estirado que corroboraba con su actitud.
Majifft, nos indicó que esa persona era quien nos iba a hacer de guía.
- ¡De, acuerdo entonces! – le dijimos. - ¡Soltamos mochilas, nos refrescamos, y salimos en cinco minutos. –

Panorámica de la medina de Meknes.

Al salir, acordamos quedarnos otra noche más en el hotel de Majifft, y rápidamente salimos en nuestro coche con el guía para antes de nada, hacer una visual panorámica a la ciudad y que el chico nos diera una pequeña introducción a la historia de Meknes.
En realidad, los miradores a los que nuestro “estirado” guía nos dirigió, eran exactamente los mismos en los que nos habíamos parado nosotros, en nuestro trayecto hasta Volubilis, o sea que no vimos nada nuevo.

De allí, ya encaminamos nuestros pasos hasta las puertas de la muralla que fortifica la ciudad, y después de alguna paradita para sacar fotos en el nombrado estanque Agdal, entramos a inspeccionar los Graneros del poderoso Mulay Ismail, un enorme recinto construido con sólidos muros donde albergaban y mantenían la caballería del ejercito de Ismail, compuesta por unos 12.000 animales.

















Nuestro guía, a pesar de todo su aspecto de “pijo-estirado”, se reveló como una persona bastante educada y conocedora de la historia de su ciudad, y con su peculiar acento marroquí, nos ilustró en exquisito castellano, con unas explicaciones muy interesantes sobre este enorme edifico repleto de bóvedas y arcos que se han restaurado sólo en la parte principal, que con una tenue iluminación, proporciona al visitante un aspecto algo misterioso y nos habló del ingenioso sistema de canales subterráneos por los que circulaba el agua, con la que conseguían mantener una temperatura fresca en el interior.






 
















Nuestro siguiente punto de visita, también desplazándonos en nuestro coche (y teniendo que abonar a los respectivos “aparcacoches”) fue el mausoleo de Mulay Ismail, que se encuentra en un punto cercano a los graneros, tras atravesar unas hermosas puertas en la muralla de la medina, decoradas con los azulejos típicos.

Nos llamó poderosamente la atención que se permitiera la entrada a no musulmanes, ya que éste es también un lugar donde se reza, como pudimos comprobar, cuando nuestro guía nos pidió unos minutos para acudir a estos menesteres, momento que aprovechamos para inspeccionar a fondo este precioso lugar adornado con exquisitos azulejos en los que predomina el color verde, dibujando espectaculares simetrías.

Las singulares puertas en un patio de color amarillo, las columnas y bóvedas adornadas al estilo árabe son otras de las insignias de este fascinante lugar.
 
El siguiente lugar al que nos desplazamos, también en nuestro coche, fue hasta la puerta Bab el Mansour, enfrente de la plaza El-Hedim, desde la que emprendimos un paseo por los callejones del zoco que se encuentra en la parte posterior a la plaza.













Este zoco, nos gustó muchísimo, sobre todo porque no está destinado al turista, como ellos mismos dicen, es su Corte Inglés, y en sus puestos lo que encuentras es gente normal, que venden artículos normales, es decir, tiendas de ropa, calzado, electrónica, etc.

También hay algún puesto de souvernirs, pero no son lo que predomina como por ejemplo en el de Marrakech o el de Fez, que habíamos visitado en los días anteriores, por lo que también vimos los mismos artículos, pero con unos precios algo mejores.
 
El guía, nos condujo entre esos callejones hasta la medersa Bou Inania, que nos resultó aunque un poco más pequeña que la de Fez (construidas por el mismo arquitecto), y la de Marrakech, ambas del mismo estilo benimerín, pero bastante mejor cuidada y conservada que las anteriores, aunque hay que tener en cuenta que la de Fez, la vimos con lluvia. 























En esta medersa, hicimos lo que en las otras. Investigamos a fondo sus recovecos y las habitaciones donde vivían  estudiantes y profesores, y subimos a la azotea, desde donde se puede observar el minarete verde de la Gran Mezquita de Meknes, que se encuentra justo al lado de la medersa, pero que como en todas las mezquitas de Marruecos, el acceso a los no musulmanes está prohibido.

















Al salir de la medersa, pagamos lo convenido (con propinilla) y nos despedimos de nuestro guía, por lo que ya nos dedicamos a lo que más nos gusta, pasear a nuestro antojo y entretenernos donde nos diera la gana.
 
 
Recorrimos el zoco en busca de alguna “chorradita” y salimos a la plaza El-Hedim, que es la versión algo más modesta y encarada, un poco más si cabe, al turismo interior del país, que la de Djem-el-Fna en Marrakech.
 

 
Pero nosotros, ese día también nos decantamos por continuar con la exquisita dieta local, o sea que preferimos retornarnos al hotel, para acudir a cenar en el restaurante de la noche anterior, el Marhabá, un acierto culinario, no por ser un restaurante de alto standing, más bien lo contrario, sino por poder saborear la verdadera comida del país, mezclado entre los comensales “del pueblo”.
Resumen fotográfico de nuestra visita a la ciudad de Meknes. 

No hay comentarios:

Publicar un comentario