jueves, 14 de febrero de 2013

La ruta de las 1000 Kasbahs.


Después del rico desayuno en el Riad dar Tamlil, caminamos hasta la plaza Djem el Fna, donde regateamos con un amigable taxista para que nos acercara hasta la zona moderna de Marrakech, y localizar la oficina Buget, donde teníamos reserva para un coche desde casa.

Llegamos como una hora antes al Rent a Car, pero con toda amabilidad nos proporcionaron el coche.
Como habíamos supuesto, un coche diferente al que habíamos elegido desde casa, pero sin duda habíamos ganado con el cambio.
Un nuevísimo Peugeot 206 diesel, que resultó, cómodo a pesar de su reducido tamaño y muy económico en cuanto al consumo.

Sin dificultad, a pesar del desordenado tráfico, conseguimos la salida en dirección a Ouarzarzate, y justo antes de salir del todo de Marrakech, encontramos una superficie comercial llamada El Metro, donde paramos para avituallarnos de bebidas y algunas chucherías para el camino. Curiosamente, el hipermercado, estaba repleto de marcas españolas, y como no, las más baratas las de origen marroquí.

Desde que proseguimos el camino, nos encontramos con un clima de tranquilidad que no habíamos sentido hasta ahora.

A los márgenes del camino, no había sino campos cultivables, salpicados por alguna que otra casa de aspecto humilde, y de tanto en tanto, algún pueblo.

Cuando te aproximas a un pueblo, tanto a la entrada como a su salida, suele haber un control policial precedido por un radar móvil colocado sobre un trípode. Por lo que aconsejamos ser precavidos con la velocidad.
Además, las carreteras, no es que estén en condiciones como para ir a demasiada velocidad, a pesar de que no están tan mal como nos habían comentado los amigos que habían visitado el país años atrás, por lo que es de suponer que se ha invertido en mejorar la red.
Muchas son las anécdotas que nos habían contado acerca de pequeños timos de la policía a los turistas, y a pesar de que es verdad que te miran y remiran, tanto que te acaban intimidando un poco, por lo menos a nosotros dos, nunca nos pararon salvo una sola vez, y fue para ayudarnos, y tenemos una anécdota divertidísima con toda una patrulla en Casablanca, a la que ya llegaremos a su momento.
Una cosa que verdaderamente llama la atención, es que a pesar de que te puedas encontrar en una carretera en la que a sus márgenes no haya nada de nada, y dé sensación de absoluta soledad, siempre aparece alguien en el lugar que menos te imaginas, lo que te hace preguntarte constantemente, qué hace esa persona allí, cómo diablos ha llegado hasta allí, y hacia dónde demonios va.
Cruzamos el nombrado puerto de montaña de Tizi-n-Tichka, de unos 2.260 metros de altitud, donde la nieve nos acompañó un buen rato entre bonitos paisajes, hasta que comenzamos a descender para ir aproximándonos a nuestro primer objetivo, Ait Ben Haddou.

Durante esa parte del viaje, durante unos días, nos fuimos tropezando con dos motoristas que venían haciendo una ruta parecida a la nuestra, y a la salida de uno de los pueblos de esa carretera de montaña, tanto ellos como nosotros, nos llevamos un pequeño susto con uno de esos imbéciles que te encuentras en todas las partes del mundo, que subestiman la inteligencia de los turistas y que creen que situaciones como éstas, no se nos repiten constantemente a los viajeros, y claro, los que vamos siendo un poco veteranos en estas lides, ya no picamos.
Este idiota, nos había adelantado a toda velocidad unos kilómetros atrás, tanto a nosotros, como a los motoristas, que nos seguían. En una de las curvas cerradas de la carretera, nos lo encontramos, con el capó de su coche levantado, simulando una avería, y haciéndonos señales plantado justo en medio de la carretera, por lo que por lo imprevisto de la situación, casi lo atropellamos. Lo esquivamos con un “volantazo”, y como nosotros no paramos, lo intentó con los motoristas, a los que casi tira de la moto con el susto, pero aparte de lanzarle algún improperio, siguiendo nuestro ejemplo, también siguieron con su camino y no se detuvieron.
Mirando hacia atrás, divisamos al “idiota” cerrando su capó, y subiendo a su coche reanudando su marcha.
Estamos seguros de que no era un tipo peligroso, solamente un vendedor de alguna chorrada, pero es que con su ansia de endosarnos algo, puso en peligro su vida, y la nuestra.

Dando alguna vuelta de más, culpa de las confusas señales, que primero nos condujeron a una pista de tierra en malas condiciones que tuvimos que desandar, llegamos por fin a la famosa Kasbah de Ait Ben Haddou, uno de los Patrimonios de la Humanidad.
Todo el mundo pretende cobrarte una entrada por pasar a la Kasbah, pero no hay que pagar nada a nadie.

Lo más fácil, es llegar hasta el último hotel de la carretera, el Hotel Oksar, y a mano derecha encontrarás un cartelito que indica el camino de entrada a la Kasbah.

Eso sí, el camino parte justo al lado de un garaje, donde sus habitantes te van a estar dando la “tabarra” para que les compres algo, de una manera muy simpática eso sí, pero que si no te andas con ojo, te entretendrán un buen rato.

Ese camino, discurre entre las casas de los habitantes del lugar, y todos, absolutamente todos, algunos incluso disfrazados con pañuelos azules tuaregs, te van a estar llamando para que les compres alguna chatarrita.

Caso omiso hasta llegar al puente que cruza el riachuelo que conduce directamente al bonito conjunto arquitectónico de adobe.
El camino de subida, también está lleno de puestitos de jóvenes y simpáticos vendedores, que te reclamarán, a cada cual más gracioso, y que hay que intentar que te retengan el menor tiempo posible, pues hablan mucho. Uno de ellos, Samuel, nos volvió locos para que nos alojásemos en el hotel de “su primo”, incluso para que cenásemos en su casa, y aunque en broma (y por quitárnoslo de encima) aceptamos, nos hizo darnos cuenta de que estaba anocheciendo y que tendríamos que buscar alojamiento en la zona sí o sí.

Al llegar a lo más alto de la Kasbah de Ait Ben Haddou, disfrutamos de una espectacular puesta de sol, que tintó aún más de tonos rojizos a la ya de por sí roja arena de Marruecos.

Al descender, entramos en el Hotel Oksar para conseguir una habitación, y allí nos atendió el simpatiquísimo y sonriente Hammir, con quién llegamos a un acuerdo de 200DH por una bonita habitación con desayuno, después de un rato de negociaciones. Después de llegar a un acuerdo, nos invitó a un té en la terraza del hotelito, que saboreamos y disfrutamos ya a oscuras, de una espectacular noche estrellada…y fría.
Interiores de la kashbah de Taurit.

A la mañana siguiente, después de tomar el desayuno en la terraza, partimos tranquilamente, haciendo paradas en cada rincón que nos apetecía, hasta que llegamos a Ouarzarzate.


Ouarzarzate es una ciudad de cierto tamaño con una avenida grande de entrada y salida.

A la entrada de la ciudad, nos tropezamos a mano izquierda con la entrada de los famosísimos estudios de cine, con sus esfinges y pirámides de pega en la entrada, pero hicimos caso omiso de ellos, y continuamos hasta la principal atracción del lugar, la Kasbah de Taurit, que encontramos sin ninguna dificultad.
La entrada fue de 20 DH por persona, y en el patio interior, unos cuantos “guías” locales, se ofrecen para conducirte por el laberinto que es la Kasbah en sí, con la buena excusa de que si no los contratas, no entenderás lo que verás.
Nosotros nos negamos, y con nuestra guía en mano, vimos y entendimos lo que pudimos, que para nosotros dos fue más que suficiente.
 



La kasbah de Taurit, está muy bien conservada, pero a nosotros, lo que nos llamó de verdad la atención fue la parte trasera del complejo, donde hay un par de calles donde aún vive gente en las casas de adobe, así que salimos y paseamos un rato por las calles del complejo antes de volvernos a la carretera para retomar nuestra ruta por la carretera N10.



Este tramo de carretera es lo que se conoce como la ruta de las 1000 kasbahs, aunque a nosotros ver tanta casa de adobe en ruina, no nos pareció tan interesante como la fama que la precede.

Tomamos el desvío de las gargantas del Dades, donde sí que nos encontramos con unos espectaculares paisajes.

Recorrimos con calma, parando en cada mirador y admirando el valle del Dades, y cruzamos las gargantas.






















Después de un almuerzo-merienda a base de nuestras provisiones, en el aparcamiento de un hotelito que se sitúa a la salida de las gargantas, desandamos el camino despacio, para volver a la N10 y continuar hasta la ciudad de Tinerhir, donde en un principio habíamos calculado que tendríamos que pasar la noche.

Al llegar a la caótica ciudad de Tinerhir localizamos un hotelito de carretera nombrado en la guía y por otros blogueros viajeros, pero como aún no había oscurecido, decidimos continuar un poco más y luego volver, para antes localizar las otras gargantas famosas de la zona que iríamos a visitar al día siguiente, las gargantas del Todra, y contemplar el valle de Tinerhir desde el mirador indicado en la guía.

Encontramos mucho tráfico y mucho más bullicio de personas en los márgenes de la maltrecha carretera que nos sacó de Tinerhir, y a mucho camellero con sus animales a la espera de los autobuses de turistas que paraban por allí para que éstos fotografiasen el panorama del oasis del Tinerhir, que desde allí se puede contemplar.

Descubrimos que las gargantas del Todra estaban realmente cerca, y que había una gran cantidad de hoteles-campings de camino, así que decidimos hacer unas cuantas paradas para preguntar precios. Como de costumbre, nos escandalizamos un poco con lo caro del alojamiento aquí, hasta que paramos en el Hotel Solei, donde decidimos hacer la última intentona, antes de volver a Tinerhir a por el hotel económico.
Nos atendió un simpático joven llamado Jamaal, que hablaba un buen inglés, y después de un duro regateo, conseguimos una sencilla habitación por un fantástico precio de 300 DH, ¡con cena y desayuno incluidos! La anécdota fue, que cuando iba a meter el coche en el aparcamiento del hotel, atropellé sin querer a uno de los gatitos del muchacho, el pobrecito, se había metido debajo del motor en busca del calorcito.

Durante la cena, unos deliciosos tajines de carne, Jamaal se nos sentó a la mesa y conversamos con él sobre lo que iríamos a hacer los próximos días. Cuando le contamos que lo más próximo en nuestro camino sería llegar al desierto, rápidamente contactó con un “primo” suyo por teléfono, dueño de un hotel en Mezourga, el Nasser Palace, que hablaba español y me lo pasó para que reservásemos una jaima en las dunas y unos camellos para llegar a ella. En principio habíamos llegado a un acuerdo por unos 400DH cada uno, y todo parecía de muy “buen rollo”, tanto que Marijose, le regaló a Jamaal gran parte de nuestro botiquín, porque éste nos había enseñado un corte muy feo en la mano, hecho con un cuchillo en la cocina, y se encontraba un poco febril. Pero cuando nos íbamos y la cama, acabada ya la cena, que habíamos acompañado con una botella de vino de Menkes comprada en el hipermercado de Marrakech, la cosa cambió.
Vistas al oasis de Tinerhir.

De repente, Jammal, nos informa de que el precio de la habitación era de 300 DH, ¡pero por cada uno!, a lo que le constesté que ni de broma. Lo que habíamos hablado era por la habitación y no por persona. El muchacho, me contestó entonces que es que su jefe le había dicho que si no le pagábamos 400DH, la diferencia la tendría que pagar él por no haber regateado bien… - Mira Jamaal, ese es tu problema, tú llamaste a tu jefe delante de nosotros cuando regateábamos… - le contesté secamente, pero sin ser maleducado - Ahora mismo te doy los 300DH que hablamos y le dices a tu jefe que venga a hablar conmigo si quiere, que tiene el hotel vacío y por lo menos hoy va a ganar 300DH… -  y no era mentira, en el hotel no había nadie más, salvo una caravana de alemanes en el parquing, y éstos, no consumían nada.
No sabemos si era verdad o mentira lo que él nos decía. A lo mejor, le habíamos bajado tanto el precio que al final habían perdido dinero. Si uno mira las cosas bien, una buena cena, un desayuno y una habitación sencillita por 30€ no está mal en España, pero hay que recordar que en Marruecos el alojamiento nos resultó bastante caro para la relación calidad-precio. Fuera como fuera, nos mantuvimos firmes y no le pagamos más de lo que habíamos convenido. Sí que le dimos una buena propinita al muchacho a la mañana siguiente, después del desayuno, antes de irnos, y por supuesto, no le dimos nada de dinero por lo que habíamos hablado con su “primo”, el supuesto dueño del hotel Nasser Palace.

Nuestro resumen de 88 fotografías de la ruta de las 1000 Kasbahs.

No hay comentarios:

Publicar un comentario