sábado, 9 de febrero de 2013

Marrakech

 
Plaza de Djem el Fna, centro neurálgico de Marrakech.


Nuestra primera parada en esta escapadita de dos semanas que a base de pedir favores a nuestros compañeros de trabajo y de haber estado trabajando sin descanso para acumular unos días, nos pudimos hacer en noviembre de 2012, fue en la ciudad imperial de Marrakech.

Minarete de la Koutoubia.
Después de la escala, como de costumbre en Madrid, donde aprovechamos para pasear la noche anterior por la capital de nuestro país, irnos de tapas y cenar los famosos bocatas de calamares, como tenemos por costumbre cuando vamos por allí, llegamos pasado el mediodía, al aeropuerto internacional de esta ciudad imperial Marroquí.
Nada más bajarnos del avión, salimos en busca de los taxistas, quienes no tenían tanto ánimo regateador como habíamos supuesto. Ya sabíamos más o menos cual era la cantidad que pedían por el trayecto hasta el centro, en la Medina, y eso fue lo que nos pidieron. Nuestros intentos por bajar ese precio, fueron totalmente en vano.
De camino al centro, comenzamos ya a sentir el caos de las ciudades marroquíes. A los márgenes de la carretera, al más puro estilo de los países de Asia, circulaban sin orden alguno, un número ingente de bicicletas, motos, carros tirados por burros, etc. lo que hacía, que  los vehículos a motor, tuviesen que circular por el medio de la calzada, sin poder respetar las marcas que señalizaban los carriles.

Nada más entrar en el centro, en la parte antigua de la ciudad, que es lo que en estas ciudades imperiales se denomina como Medina, muchos jóvenes asaltaban al taxista para convencerlo de que nos dejaran a “su recaudo” y así ellos poder ganarse unos dírhams, haciendo para nosotros las labores de guía por ese entramado de callejuelas, a lo que él se negaba, pues como todo aquí, por mucho que pueda parecer que no, está perfectamente organizado por ellos.
Patio interior de las tumbas Saadíes.

El taxista, nos dejó en un callejón con una “pinta” un tanto preocupante, y llamó a unos jóvenes para que se acercasen. Seguramente, algún primo o familiar. Nos preguntó usando la mezcla de inglés, español y francés que esos días serían el medio de comunicación al que tendríamos que habituarnos, para saber si teníamos alojamiento y le contestamos que sí. Desde casa, habíamos encontrado una casa de huéspedes muy céntrica, llamados aquí Riad. Mostramos a los jóvenes el nombre del mismo en la libreta en la que habíamos anotado con los caracteres árabes y enseguida asintieron.

El taxista se despidió de nosotros, y de los chicos, con quienes se besó y abrazó, y quedamos a merced de uno de estos muchachos, quien nos dirigió en una frenética carrera entre las estrechísimas callejuelas de la Medina. Hubo un momento en el que tanto Marijose como yo, estábamos tan desorientados, que nos llegamos a decir, que como el chico no fuese de fiar, nos podría llevar a donde le diese la gana, que no sabríamos volver.
Interior de la Medersa Ben Youssef.
Pero, no, en un estrecho callejón, nos señaló un casi ilegible cartel, donde encontramos escrito el nombre de nuestro Riad.


Al despedirnos del muchacho, le di algunas monedas sueltas como propina, pero a éste no le bastó. Muy molesto, me las devolvió y con su mezcla de idiomas, me hizo entender que tenía que darle 20 Dírhams como pago por sus servicios. -¡Na nai! Si no quieres eso, es lo que tengo…- se fue “mosqueado”, pero a los cinco minutos volvió a tocar la puerta con la misma cantinela. Para acabar con su enfado le di 10 Dírhams, y le expliqué que 20, son más de 2€, que se estaba pasando, porque eso no se le da de propina a nadie en mi país… Esos días, nos dimos cuenta, de que a pesar de que los marroquíes conocen muy bien España, tienen sobrevaloradas muchas cosas de nuestro país, y de hecho, conocimos a muchos que después de haber estado viviendo en nuestro país, se habían regresado al suyo al darse cuenta de que las cosas aquí, no son exactamente como ellos habían creído…pero eso son otras historias que iremos desvelando en esta pequeña aventurilla.

Nos alojamos en el Riad Dar Tamlil, por unos 29€ la noche. Una casa de huéspedes sencilla pero buena, a muy pocos metros a la famosísima plaza Djem El Fna, y el precio, muy razonable para lo que es Marruecos, ya que esos días descubriríamos que el alojamiento aquí es incluso más caro que en España. En todos nuestros alojamientos discutimos bastante el precio, les decíamos que cómo era posible que en el centro de Madrid hubiésemos conseguido hotel de 4 estrellas por 40€ y aquí, ellos pidiesen el doble por cualquier hotelillo de mala muerte…y ellos nos contestaban que era por culpa de la crisis en nuestro país…¡Se las saben todas!
La plaza Djem El Fna.

La primera excursión que hicimos fue a la espectacular plaza del centro de Marruecos.
Un sitio alucinante, donde una multitud de turistas y lugareños se mezclan en un frenesí de interacción.


Aquí pueden llegar a ser un poco “plastas” al intentar sacarte algunos Dírhams, poniéndote monos encima para que los fotografíes, ofreciéndote “hierba” o llamándote para que compres zumos de naranja o te sientes en su “chiringuito” para que comas, pero siempre lo hacen de una manera muy simpática y con buen humor. De mucho mejor “rollo” que en cualquier país asiático, por ejemplo.

Las mejores vistas las obtuvimos subiéndonos a alguna de las terrazas para turistas que rodean este maravilloso espacio. Nosotros tomamos como costumbre tomar té sentados en la terraza Le Glacier, donde pudimos pasar unos buenos ratos, contemplando ensimismados la “marabunta” de abajo a diferentes horas del día y con distintas iluminaciones.
Detrás de la plaza, se encuentra el laberinto del espectacular zoco de Marrakech, donde hicimos una primera incursión esa misma noche.
La cena de la primera noche, la hicimos en uno de los puestitos callejeros de Kebabs y temprano nos recogimos a descansar, pues comenzó a llover fuertemente.

La mezquita Koutoubia.

La anécdota de la primera noche en el Riad, fue que Abdul, el dueño, nos cambió la habitación por una algo más confortable, lo que provocó algún despiste entre los otros inquilinos, ya que unas chicas taiwanesas, casi se nos meten en la nuestra cuando ya estábamos dormidos.


Después de un buen desayuno a base de café con leche y abundante bollería, en que nos entretuvimos bromeando con las taiwanesas de anoche, salimos a recorrer la ciudad.

Nuestra primera misión, buscar un banco para cambiar moneda. Después de deambular un poco por las calles, encontramos uno. El banco BMCI en el que cambiamos moneda, en realidad, nos ofreció un cambio muy similar al de cualquier casa de cambio que te encuentras en la calle. En el momento en el que estábamos allí, unos 10.80 Dírhams por Euro.

La primera parada turística de ese día, la hicimos en la mezquita Koutoubia, que sirvió como modelo para la Giralda sevillana, aunque ésta es sensiblemente más alta y es considerada como la obra maestra del arte hispano-magrebí.

 

Las tumbas Saadíes.





















De la Koutoubia, caminamos con mapa en mano, en busca de las Tumbas Saadíes, (entrada 10 DH c.u.) a las que llegamos sin mucho problema, después de dar alguna vuelta.

 

El Zoco.
A pie también, nos desplazamos desde las Tumbas Saadíes hasta el Zoco, donde nos perdimos varias horas recorriendo sus laberínticos recovecos.

En unas de éstas, desorientados, tratando de encontrar con nuestro mapa la medersa de Ben Youseff, un chico se nos ofreció para llevarnos, y de no ser por él, no la hubiésemos encontrado, así que se ganó sus 10 DH de propina que lo dejaron satisfecho, aunque comenzase pidiendo 20.
 
La Medersa Ben Youseff.

Nos gustó muchísimo el ambiente relajado que disfrutamos un rato aquí.


Un poco de descanso después del ajetreo del Zoco.

 Esta madraza (o escuela musulmana de estudios superiores) es la más grande de Marruecos, pero más adelante encontraríamos alguna similar, más pequeña, pero quizá mejor conservada, como por ejemplo la de Meknes.

Después de explorar a fondo la medersa Ben Youseff, volvimos a través del Zoco hasta la plaza Djem el Fna, donde almorzamos un delicioso tajine de pollo y un couscous de carne riquísimo en uno de los puestos callejeros.

De allí, nos volvimos a nuestro Riad para darnos una más que merecida siesta.
A la tarde salimos a pasear tranquilamente por la plaza, y dejamos pasar el tiempo.

Desde la Glacier, pudimos comprobar que mientras va cayendo el sol, va aumentando la actividad de los puestos de comida, mientras dábamos sorbitos para saborear unos deliciosos tés marroquíes.

 Nuestro resumen de 73 fotografías en Marrakech.

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